Lo viejo hace lugar a lo nuevo. Frase simple y sin embargo no tan fácil de lograr en la vida.

La familia de origen tiene que dejar espacio para la construcción de nuevos vínculos en sus integrantes. Si los hijos miran a los padres no pueden avanzar.

¿Cómo puede un hijo quedarse mirando a sus padres? La implicancia del sistema no lo deja avanzar. Por ejemplo: El hijo percibe la vulnerabilidad de su madre ante el fallecimiento del padre y permanece fiel a su lado con la convicción inconsciente que esa es la forma de amor que puede ayudar a su madre a vivir. El costo que paga es su libertad, su crecimiento y su salud en muchas ocasiones.

¿Cómo es posible que se detenga el ciclo de vida natural de la familia? Allí se constituye una pareja, aparecen los hijos, ellos crecen, se van del hogar y forman su propia familia y así sucesivamente se va pasando la vida de generación en generación.

El ciclo vital de la familia se interrumpe frente a hechos como por ejemplo la muerte abrupta de un padre, la de un hijo, accidentes, separaciones, enfermedades. Todas circunstancias que requieren una readaptación del sistema a su nueva realidad. Los integrantes deben reacomodarse ante una situación familiar, a veces muy dolorosa, para lograr un nuevo equilibrio en la familia. Este nuevo equilibrio no necesariamente es sinónimo de salud para los integrantes del sistema familiar. A veces reestablecer el equilibrio implica que algunos miembros del sistema queden atados y no puedan continuar con el crecimiento natural que promueve la fuerza de la vida.

La fuerza de la vida tiende siempre a hacer lugar a lo nuevo, a avanzar y encauzar ordenadamente el amor. Cuando las ataduras son fuertes y el sistema familiar se rigidiza y no puede actuar creativamente es cuando la fuerza de la vida se ve comprometida y no puede desplegarse con naturalidad. Vemos allí la aparición de síntomas en los miembros de la familia, que pueden ir desde una leve angustia hasta trastornos emocionales o físicos importantes. El síntoma nos habla entonces de rigidez, de resistencia al cambio y desorden. La ayuda aquí pasa por promover un cambio en el sistema que permita a la fuerza de la vida retomar el mando y continuar el ciclo vital desde un lugar saludable para todos los miembros del sistema.

El terapeuta debe integrar para sí mismo una visión ordenada del sistema para poder desde ese lugar con humildad y prudencia promover movimientos que tiendan hacia la vida, aunque esto implique la mayoría de las veces atravesar el dolor y aceptar lo que  ha tocado vivir por más duro que eso haya sido para los miembros de esa familia.

Lo viejo hace lugar a lo nuevo, y en lo nuevo está el reconocimiento de lo anterior como una realidad que ha permitido el surgimiento de lo nuevo y como tal digna de profundo respeto y reconocimiento.

Lic. en Psic. Ter. Gest. María Fernández